Vivo en Las Piedras, a 23 kilómetros de Montevideo. Jugué al fútbol profesional hasta los 42 años, fui campeón del mundo con Uruguay en 1950, y anoté el gol del Maracanazo a los 34 minutos del segundo tiempo de un partido que empatábamos 1-1, ante casi 200 mil espectadores. Fuera de las canchas fui hombre común y corriente, que trabajó como fiscal de mesa de los casinos del estado. Nací el 22 de diciembre de 1926 y mi nombre es Alcides Ghiggia.
Curioso destino el que le ha dado la vida, no solo de ser el autor de ese gol, sino también de ser el último sobreviviente de aquel equipo, el único que puede hoy, 65 años después, contarnos la historia.
Sí, soy el último que queda. El año pasado falleció Aníbal Paz, arquero suplente de Roque Gastón Máspoli, quien llegó a dirigir en Perú.
¿Cómo llega a participar en el Mundial de Brasil 1950? Hasta donde se sabe, incluso tiene el record como el jugador que conquistó en más corto lapso desde el día de su debut –pasaron apenas 72 días-, el título de campeón mundial.
Yo, antes del Mundial del 50, ya le había ganado a Brasil por la Copa Río Branco que se jugaba en ese entonces. Jugué bien y por eso me convocaron. Debuté el 6 de mayo de 1950 en un partido jugado en Sao Paulo, en el que también les ganamos. En ese momento tenía yo 23 años.
¿Cómo fue para un chico de 23 años en el año 50 cargar con una fama tan repentina, con ser el héroe de un país que siempre tuvo tradición futbolística, pero que no se esperaba ganarle a Brasil en ese contexto?
Yo siempre amé el fútbol, entonces para mí el fútbol era mi pasión, mi trabajo y mi hobby. Incluso cuando hice el gol jamás pensé en la fama. Yo era de los más jóvenes y tenía que respetar a los más antiguos en el plantel, como a Obdulio Varela, por ejemplo, Julio Pérez o Roque Máspoli. Pero yo en ese momento no me sentí famoso. Yo sentí la fama con los años, cuando se habló de la “hazaña”, pero en ese momento era un gol más, había ganado el Campeonato del Mundo, sí, pero solo pensaba en volver a casa y estar con la familia, nada más.
Y luego se fue a Italia a jugar por la Roma y el Milan, y llegó a jugar por esa selección en una época en la que no estaba prohibido, aunque ya hubiera sido campeón del mundo con Uruguay…
Exacto. También tuve la felicidad de que allá nació mi hijo Arcadio. Jugué para Italia las eliminatorias a Suecia 58, frente a Portugal e Irlanda del Norte, en una delantera en la que casi todos éramos sudamericanos. Jugaba yo, el argentino Miguel Montuori, Pepe Schiaffino, compañero mío en el 50, y el brasilero Dino da Costa. Sin embargo no pudimos ir a ese Mundial, porque los irlandeses ganaron la clasificación.
¿Y cómo es la vida cotidiana de Alcides Ghiggia, un jugador al que le FIFA considera entre las 20 leyendas vivas del fútbol?
Como la de cualquier otra persona. Salgo a la calle, me saludo y converso con la gente del barrio. Todo perfecto con la leyenda, pero yo soy un hombre mortal, común y corriente que en ese momento hizo algo que después se puso en el contexto mundial y para el fútbol como una de las hazañas más grandes de la historia.
Pero supongo que en esa vida normal, algunas anécdotas simpáticas vinculadas al tema habrá tenido…
Sí, mirá, te cuento una. Una vez, cuando volvía a Brasil en un viaje, bajo del avión, entro al aeropuerto, muestro mi pasaporte y la muchacha de migraciones lo mira, le da vuelta, lo vuelve a mirar, me mira a mí y le digo: “señorita, ¿pasa algo con mi documento?”, y ella me pregunta: “¿usted es Ghiggia? ¿Usted es el personaje del gol del 50?”. Sí, le dije yo, “pero mire usted que eso ya pasó hace años”. Y la chica, que no tendría más de 27 o 28 años, me contestó: “Sí, pero eso nos duele aquí adentro siempre”.
¿Y tuvo alguna comunicación posterior con los futbolistas rivales, con los integrantes de la selección brasilera que perdió esa final del 50?
Sí, claro. Cuando volví de jugar en Italia a Uruguay, cerca del año 63, se hizo un partido a beneficio y ahí nos volvimos a ver y sostuvimos comunicación por carta o por teléfono. Luego también se invitó a los brasileros a algunos reencuentros, donde comíamos, charlábamos de fútbol por horas y los brasileros también nos invitaron varias veces allá. No había ninguna institución deportiva que lo avalara, entre los jugadores uruguayos y brasileros decidimos espontáneamente empezar a reunirnos y fomentar esa camaradería.
Esa historia es increíble y casi imposible de ver hoy en día. Además, considerando que la gloria que fue para usted ese gol del 50, marcó la desgracia del arquero brasilero Barbosa.
Sí, lamentablemente. Barbosa siempre decía que “la pena máxima en Brasil por un crimen son 30 años, yo, por un gol, llevo toda la vida penando”. Murió pobre y agredido por gran parte del pueblo brasilero injustamente. Él no fue el culpable de mi gol. Cuando se juega al fútbol son once los que ganan u once los que pierden, nunca uno solo. Igual ese día yo al que tuve loco fue a Bigode, el lateral izquierdo encargado de marcarme. Unos partidos antes, incluso, yo le había hecho un gol idéntico a España, y jugando por la Roma, años después, nuevamente. Barbosa iba siempre a nuestros reencuentros, y estaba contento con eso. Muchas veces nos dijo que se sintió mucho más querido entre nosotros, en esos eventos, que en su casa en Brasil.
El fútbol es un deporte maravilloso que ahora vive un momento turbio, a raíz de las denuncias contra varios dirigentes de la FIFA. ¿Qué opina usted de ese tema?
Eso ya se veía venir. Acá teníamos a Figueredo (N. de R: Eugenio Figueredo, expresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol y de la Conmebol), que era un tipo que fumaba bajo el agua, lleno de artimañas. Era nuestro lado oscuro, un tipo muy sinvergüenza que ha perjudicado mucho al fútbol. Y ahora lo han agarrado.
Sé que la pregunta puede parecer descabellada, pero ¿qué jugador sería usted ahora? ¿A quién se parecería?
No, yo no puedo jugar ahora. Yo no tendría puesto porque no existe más el puntero. El concepto del puntero que iba por la raya que desbordaba, que era mi fútbol, no se usa más. Igual me gusta mucho Suárez: sabe ubicarse en espacios vacíos, y tiene potencia y explosión. Es un jugador muy completo para el puesto que tiene, es mucho más técnico. En general, los 3 componentes del tridente del Barcelona me parecen unos excelentes jugadores y Messi, el mejor. Es mucho más completo que Cristiano Ronaldo, y me gusta bastante más que Maradona. Una persona es completa cuando es buen deportista y cuando es humilde.
Disfrutó del Uruguay semifinalista del 2010 y del título de la última Copa América en 2011, ¿Cómo ve a Uruguay en esta Copa América 2015?
Lo veo muy difícil, hay una renovación de jugadores y no veo al equipo bien armado para esta copa. Colombia y Argentina están mucho mejor. No veo a Uruguay disputando la final. Brasil también va a cambiar con Dunga, tienen un sistema más veloz que el de Scolari. Perú se está armando recién, pero si vuelve a ser fiel al fútbol que tenía hace años, puede llegar lejos, pero tiene que mejorar también su faceta defensiva. Paraguay es una incógnita. Chile tienen un fútbol muy dinámico y buenos jugadores, además son locales. Yo converso mucho de estos temas con mi hijo Arcadio, que es biólogo y técnico de fútbol. Él es muy estudioso del tema, sabe mucho. De hecho, se iría feliz a entrenar al Perú. Debe tener el fútbol en la sangre, porque yo le puse ese nombre en honor a un gran compañero que tuve en la Roma, Arcadio Venturi.
Agradecimiento del autor: Esta entrevista no hubiera podido llevarse a cabo sin la entrañable colaboración y predisposición de Arcadio Ghiggia, hijo de don Alcides.
Por: Ricardo Hinojosa Lizárraga
(Esta entrevista fue una de las últimas que ofreció Alcides Ghiggia. Fue publicada en la sección Posdata del diario El Comercio)
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